El contar historias es una de las intervenciones terapéuticas que han probado tener algún beneficio en el autismo. La motivación para utilizar la narración de historias es la de facilitar conocimientos del idioma y aumentar la atención en los niños con autismo. Estos nobles objetivos tienen que superar un escollo importante: como mantener a un niño con autismo interesado y alerta en un salón de clases. Es por esto que los maestros usan accesorios, tarjetas, canciones y dispositivos técnicos tales como iPads durante la narración, de lo contrario, la narración de cuentos por sí mismo, sin los apoyos, probablemente resultaría decepcionante para tanto el estudiante como el profesor.
En un artículo anterior mencioné haber pedido a un niño con autismo que me informara sobre la última película que había visto. En este caso, la pregunta provocó un relato detallado de la experiencia del niño. La narración fue de principio a fin siguiendo una secuencia ordenada y detallada. Durante el relato el niño falló en no medir el nivel de interés del oyente, su atención, o incluso su confusión. Si le interrumpía él volvía a comenzar desde el principio. Me llamó la atención porque por lo general tendemos a aprender los puntos iniciales y finales de una lista mejor que aquellos que se encuentran en el medio. En este caso todos los episodios de la película parecían ser igualmente recordados, aunque los mismos eran desencadenados por una serie de eventos secuenciales.
Cabe destacar que no era la intención del niño memorizar la película; ocurrió sin un esfuerzo consciente. Este tipo de experiencia es diferente a los problemas que introduje en el primer párrafo. En efecto, en el entorno de una aula de aprendizaje el mismo relato de la película por el maestro quizás no fuera productivo. En el entorno de la sala de cine o mientras el niño veía la televisión en casa, el aprendizaje ocurre sin esfuerzo. ¿Por qué?
Este episodio, que me permitió probar la memoria del niño con autismo, me recuerda a Esopo, el griego antiguo, que iba de pueblo en pueblo contando historias. El contar cuentos en este caso fue parte de nuestra historia evolutiva por el cual se conservaba el conocimiento. La narración de historias reforzaba nuestra memoria en un momento en cual los libros no estaban disponibles. La gente aprendió lo que significaba ser griego o troyano es decir, sus obligaciones morales, derechos, religión, credos, averiguando su lugar en las historias. Este tipo de narración no requería una habilidad importante como las matemáticas o la ciencia; no había una fase de resolución de problemas, ni necesidad de utilizar paradigmas empíricos o lógicos.
Nuestra capacidad de aprender depende de la sensación de esfuerzo que algo requiera. Si creemos que algo es difícil de aprender (es decir, en un salón de clases) disminuimos nuestro propio sentido de haber aprendido lo mismo. Si creemos que algo es fácil de aprender (es decir, cuando no se espera nada de nosotros como cuando ve la televisión), utilizaremos inconscientemente estrategias de aprendizaje adecuadas. Si hay algo que se percibe como nuevo, el factor de la innovación también puede ofrecer un incentivo para el aprendizaje. Por último, las pruebas repetidas (como en el salón de clases ) provocan reticencias en parte del estudiante. La repetición de las pruebas puede ser fácilmente interpretada por el individuo como una deficiencia propia; como su incapacidad para aprender y esto puede conducir a disminuir la motivación. Es por todas las razones anteriores que me siento atraído por el modelo Montessori de educación, en el cual a los niños se les dan generalmente opciones en cuanto a lo que van a aprender. En el aprendizaje del sistema Montessori el aprendizaje es su propia recompensa (una razón autónoma intrínseca), no el resultado de pruebas de rendimiento.
Contar historias es una estrategia útil para el aprendizaje, especialmente en el autismo. Me gustan especialmente aquellas que tienen un tema de redención y dan oportunidad para el crecimiento personal. La narración de historias requiere el uso del lenguaje, la memoria, e incluso un sentido de sí mismo (Teoría de la Mente). El hecho que una persona pueda hablar de sí misma desde una perspectiva externa (es decir, mirando desde el exterior) denota tener Teoría de la Mente. Los niños con autismo también tienen su propio túnel de realidad y pueden moldear su relato de acuerdo a experiencias pasadas y creencias previas. Un profesor de apoyo puede utilizar la narración para ayudar a la socialización de niños con autismo.
Fuente: Autismodiario.org