Aunque el Autismo posee un grupo “duro” de signos y síntomas que lo identifican y que conducen a que pueda ser diagnosticado, uno de los problemas que se reportan es que muchos de los sujetos que lo portan no responden de igual manera a los medicamentos estandarizados y a los diversos tratamientos que han mostrado cierta efectividad, por lo que el rumbo a seguir para mejorar la calidad de vida de estas personas suele hacerse por ensayo y error, sin más parámetros que los resultados, en ocasiones debiendo modificarse la orientación una y otra vez.
Esto atenta no solamente contra la esperable celeridad de la mejoría sino que, tanto respecto de los Trastornos del Espectro Autista como en cualquier otra enfermedad o síndrome, hace lo propio acerca de la intervención temprana, que normalmente tiende a obtener mayores y mejores logros que cuando esta se efectúa más tardíamente.
Un trabajo publicado en el portal de TranslationalPsychiatry bajo el título de “Brain responses to biologicalmotionpredicttreatmentoutcome in youngchildrenwithautism” (http://www.nature.com/tp/journal/v6/n11/full/tp2016213a.html) parece haber logrado un procedimiento capaz de predecir con cierta seguridad cuál es el tratamiento que mejor le cabe a cada sujeto determinado.
Los diez científicos intervinientes, provenientes de prestigiosos centros de investigación norteamericanos, tales como la Universidad George Washington, la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, de la Universidad Johns Hopkins y otros, han realizado un estudio en el cual sometieron a un grupo de 20 niños (7 mujeres y 13 varones) con una edad promedio de casi 6 años, con diagnóstico comprobado y sin discapacidad mental concurrente a la toma de una serie de imágenes mediante un procedimiento denominado resonancia magnética de movilidad biológica, tras cuyos resultados afirmaron que identificaron patrones de actividad cerebral que podrían determinar exitosamente ni niños de corta edad con Autismo responderán adecuadamente a por lo menos uno de los tratamientos disponibles.
Para ello acudieron a lo que en castellano se denomina Entrenamiento en Conductas Pivotales. El modelo de abordaje de PRT trabaja en cuatro áreas esenciales para el desarrollo, llamadas “pivotales”, las cuales son: la motivación del niño, las iniciativas de comunicación social, la capacidad de atender a estímulos complejos del ambiente y el uso del auto-monitoreo para regular la conducta.
Así, midieron la actividad cerebral de los componentes de este grupo antes y después de recibir dicho entrenamiento, analizando la actividad cerebral en las áreas del cebero responsables del procesamiento de la información sensorial y emocional.
Según surgió de la cruza de datos, los investigadores expresaron que lograron determinar con una exactitud cercana a la certeza cuáles niños responderían al tratamiento y cuáles no.
Explicaron que la muestra es pequeña y que no debe universalizarse, pero que han dado un paso importante para establecer biomarcadores predictivos acerca de la eficacia de los tratamientos asequibles para el Autismo, lo que implicará un ahorra de tiempo, esfuerzo y dinero. También que deberá repetirse la experiencia con otros métodos de abordaje.
Daniel Yang, uno de los científicos intervinientes dijo: “Los padres desean que sus hijos reciban el mejor tratamiento, pero no siempre se ve con claridad cuál de los tratamientos puede beneficiar a sus hijos”.
De replicarse exitosamente esta experiencia con otras formas de intervención, se estaría avanzando hacia una objetivación del tratamiento del Autismo.
Fuente: El Cisne