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domingo, 17 de agosto de 2014

Discapacidad y trabajo

El trabajo, en sus diversas formas, es un bien preciado para el ser humano. Ello no difiere respecto de las personas con discapacidad. Además de las cuestiones materiales que trabajar importa y de los beneficios desde el punto de vista de la inclusión, la autoestima y la autonomía que implica para ellas, también es provechoso para la sociedad. El desconocimiento de las propias familias y de los empleadores de que existen espacios de formación laboral y la poca actividad estatal para promover el empleo de este colectivo son trabas que lentamente comienzan a superarse.

En cualquier sociedad, el empleo representa para el individuo un pilar fundamental. Este lo ayuda a lograr su desarrollo personal y también a integrarse a la comunidad a la que pertenece. En el caso de las personas con discapacidad, estos principios son fundamentales para sentirse parte del conjunto.
El trabajo les resulta sumamente importante, ya que les permite realizarse personalmente, sentirse útiles, tener reconocimiento por la tarea que desarrollan, lograr una independencia económica y establecer nuevos vínculos sociales.


Sin embargo, hay ciertos factores que impiden que estas personas se integren de manera adecuada a la vida laboral. Entre ellos, los principales aspectos negativos son:

• El desconocimiento por parte de la sociedad sobre los programas de capacitación laboral que se les ofrecen a personas con discapacidad para que lleven a cabo sus tareas en forma idónea.
• La desinformación de familiares con personas con discapacidad sobre centros y programas de formación laboral.
• La falta de políticas sociales que fomenten la inserción laboral de personas con discapacidad en la sociedad.

“Hay diferentes centros que ofrecen programas de formación profesional para personas con algún tipo de discapacidad. En estos espacios se le brinda capacitación, preparación profesional y la formación de habilidades y competencias pre-laborales. Aspectos como crear responsabilidad, sostener vínculos sociales con compañeros, aceptar órdenes de autoridades, poder solicitar ayuda, cumplir con horarios y con la ropa adecuada de trabajo, entre otras acciones, son importantes para que el joven con discapacidad no solo logre ese puesto de trabajo sino que también pueda sostenerlo”, asegura Roxana Dekleva, terapista especializada en el área laboral de Fundación Río Pinturas (www.riopintu ras.org.ar).


Estos programas se basan en fomentar las capacidades y potencialidades del sujeto, permitiendo una mayor preparación en las habilidades y destrezas, incluso en su interacción con el medio. “Para que una persona con discapacidad pueda integrarse adecuadamente en un ámbito laboral, se debe realizar un exhaustivo estudio del puesto laboral (requisitos, competencias cognitivas, habilidades sociales, conducta, necesidad de supervisión, resolución de situaciones problemáticas y más). Pero, por otra parte, también hay que evaluar las competencias básicas de la persona con discapacidad, para desarrollar y entrenar al futuro trabajador en ese puesto laboral”, aclara Dekleva.


Luego, una segunda base es la familia. “Esta resulta fundamental para favorecer el desarrollo de las posibilidades y potencialidades de las personas con discapacidad. Son los familiares quienes posibilitan la independencia y la responsabilidad del joven. Por eso es importante que se informen y se acerquen a los diferentes programas, para que puedan conocer las propuestas disponibles de formación laboral y de inserción”, opina la especialista.

Desde el Estado
Como en muchas problemáticas que se vinculan con la discapacidad, el área laboral puede ser muy diferente si es promovida y protegida por el Estado. “En la Argentina, si bien existen algunas políticas públicas, las mismas son insuficientes. No se observa gran crecimiento al respecto, lo cual hace que a las personas con discapacidad intelectual les sea difícil lograr un puesto de trabajo y poder sostenerlo a lo largo de su vida”, advierte Dekleva, que ve cómo esta carencia impacta en la vida cotidiana de los jóvenes que asisten al taller que dirige.


En este sentido, la especialista resume las mayores dificultades en cuatro elementos que todavía alejan a los jóvenes de sus puestos de trabajo. Estos son:

- Desconocimiento por parte de la sociedad de los programas de capacitación e inserción laboral.
- Falta de políticas públicas.
- Desinformación de la familia de la persona con discapacidad.
- Falta de ofertas de puestos laborales.

Por su parte, en Andar (www.granjaandar.org) promueven la autonomía y participación comunitaria de personas con discapacidad mediante labores terapéuticas, emprendimientos productivos sustentables, actividades deportivas, talleres culturales y más. Raúl Lucero, su representante legal, sostiene que “la incorporación al trabajo de las personas con discapacidad es el paso final hacia su participación plena en la vida de la comunidad”. El especialista sostiene que “darles esa oportunidad significa el reconocimiento de su valor social por parte de la familia y su aceptación en la comunidad; la posibilidad de hacer amigos y establecer vínculos afectivos en el entorno laboral”.


Por su propuesta, Lucero fue nombrado Emprendedor Social de Ashoka (www.asho ka.org.ar), una organización mundial que apoya a emprendedores sociales con ideas creativas e innovadoras que permitan resolver problemas de la comunidad.

Para muestra basta...
Para conocer los talentos y desarrollos que puede tener una persona con discapacidad, hay que observarlo atentamente, acompañarlo y alentarlo a ir siempre por más.


Es el caso de S. (solo indicamos la inicial de su nombre para preservar su identidad), que tiene 37 años. Se trata de un joven amable y respetuoso, hijo único y que vive con sus padres. Durante la semana, su día comienza a las 7.00, cuando se levanta, higieniza y prepara su desayuno. Caminando llega a la Fundación Río Pinturas, donde desarrollan las capacidades de jóvenes con discapacidad mental leve o moderada.
S. tiene una discapacidad, pero eso no le impide llegar a su lugar de trabajo en la Fundación, fichar su horario de llegada como todo empleado, saludar a sus compañeros y supervisores. Luego se coloca su delantal y comienza su jornada laboral.
S. es uno de los jóvenes que integra el sector de tercerización de la ONG. En su puesto diseña piezas con la técnica de mosaiquismo (con trozos de mosaico veneciano, armando un diseño) y trencadis sobre material de fibrofácil. También participa del sector de fieltro y en la elaboración de sales y jabones líquidos.


En su evolución frente a la tarea que se le encomendó, él ha logrado conocer los pasos de las actividades, preparar el material y buscar los elementos para iniciar la acción.
Entre sus fortalezas están los adecuados tiempos de atención y concentración; el buen manejo de las herramientas y elementos del taller que le permiten realizar las actividades solo, con muy poca supervisión; la posibilidad de resolver problemas simples y la buena comprensión de las consignas que se le indican. Todo esto hace que S. logre cada vez mayor autonomía laboral. Además, es respetuoso de las pautas y reglamentos del Taller de Aprendizaje Laboral (TAL) y de las normas de higiene y convivencia. Mantiene muy buena relación con sus pares y profesionales de la institución.


En el Taller Laboral los jóvenes reciben capacitación, preparación profesional y formación de capacidades pre-laborales para que los concurrentes logren un puesto de trabajo y puedan mantenerlo. En cada caso se realiza un exhaustivo estudio del puesto laboral, es decir, requisitos, necesidad de supervisión, habilidades sociales, resolución de problemas, competencias cognitivas y más. Por otro lado, se analizan las competencias de la persona con discapacidad para poder desarrollar y entrenarlo en ese puesto.
S. termina su jornada laboral a las 13. En ese momento corta su actividad y almuerza con sus compañeros.


Pero allí no finaliza su día, pues con energía continúa participando de distintos talleres programados que se brindan en la institución (arte, musicoterapia, tenis, actividad física, socialización, computación, entre otros), y que cada participante puede elegir de acuerdo a sus gustos. Con todo esto, queda claro que S. tiene una activa vida social. Él suele planificar salidas con sus compañeros los fines de semana o bien realiza paseos y visitas a familiares y amigos.


Este joven se desempeña en forma independiente en su vida diaria, se maneja en transporte público y conoce el valor del dinero y cómo manejarlo.


Por su trabajo recibe una asignación que ahorra para comprarse un LCD para su habitación. Es un fanático de equipos electrónicos como los de audio, cámaras de fotos, iPods y más.
Solo en ocasiones su mamá lo acompaña a comprarse ropa o lo lleva a salidas y encuentros con amigos cuando se realizan lejos de su hogar. Por ejemplo, cuando hay un día de tormenta, S. suele salir con alguien más, pues le teme a los truenos.


Sí, S. tiene dificultades, pero como se percibe fácilmente de la descripción de su día, éstas no le han quitado las ganas de disfrutar y mejorar.

Un espejo
Lo que sucede en el plano laboral es lo mismo que se replica en otras áreas de la sociedad. En este sentido, se empieza a vislumbrar una apertura hacia la inclusión, pero es algo que no sucede de manera fluida y todavía hay más dudas que certezas.


“La relación entre la sociedad y las personas con discapacidad ha cambiado mucho. En esto influyó la figura de la Ley de Discapacidad que los contempla en todos los aspectos (personal, salud, educación, laboral y otros). Esto no era así unos años atrás. En aquel entonces se excluía a quienes tenían capacidades diferentes, y esto sucedía en todos los contextos, hasta en el familiar, primando la negación y la no aceptación. Cuando esto pasaba, pensar en que podían trabajar era un escalón al que todavía ni se había llegado”, agrega Marta Massimino, directora pedagógica de la fundación.


Actualmente, a estas personas se las sigue considerando especiales, incluyéndolas parcialmente como integrantes naturales de la comunidad. Hay que tener claro que el peso que tiene la sociedad y su accionar es muy grande, ya que es el que indica qué es lo "normal" para determinado momento y lugar.


“Un grupo social tiene sus propias construcciones mentales de la realidad, que conforman representaciones sociales -dice Massimino-. El significado que la sociedad tiene de la discapacidad depende, entonces, de cómo se construye este concepto en una comunidad y, a la vez, de cómo este se incluye en el imaginario social”. En nuestra sociedad se discrimina a cualquier persona que se aparte del patrón predominante. Ahí aparece la distinción entre normales y diferentes. Nos cuesta integrarnos como comunidad.


La marginación, tanto como la discriminación, son considerados valores negativos. Hablamos del derecho a la diversidad mientras que la realidad es que la discapacidad tiene que ver más -y de manera equivocada- con la ayuda y el asistencialismo.


A nivel de las políticas públicas, se produjeron logros en el plano legislativo, hubo modificaciones de leyes en las que se plantea el respeto por la diversidad y la igualdad de derechos. Sin embargo, todavía muchos siguen imaginando a ciudadanos con discapacidad sin derechos civiles. Toda esta situación influye en contra de una inclusión plena.


También la falta de información suele provocar ciertas actitudes de rechazo. Debemos reconocer que lo que está en juego son los valores en la optimización de la salud, de la aceptación de las diferencias humanas y de la mejora en la calidad de vida en general. Consideramos que la actitud social deberá ser modificada para lograr una verdadera igualdad de oportunidades.


Una vez más, vale la pena aclarar que todos los seres humanos somos diferentes, pero que, más allá de eso, compartimos igualdad en la naturaleza humana: cada uno es libre, tiene capacidad de pensar, de amar, de crear, de construir su propia historia.


El significado de la discapacidad se vincula con el respeto por el otro y su derecho a ser diferente, lo cual no significa negar las dificultades sino reconocerlas.
No se trata tampoco de suponer que todos somos iguales ni de borrar las diferencias, sino de considerar la discapacidad como una condición de un individuo o grupo.


Reconocer las posibilidades y limitaciones propias y las de los otros promueve las interacciones entre los miembros de una comunidad en forma más justa y equitativa, presenten o no discapacidad. Y sin dudas, ejercer el derecho a trabajar significa la posibilidad de acceder a una vida más plena.






Informe: Cristina Zaragoza es presidenta de la Fundación Río Pinturas.